Cuentos cortos de navidad para los más pequeños

CUENTOS CORTOS DE NAVIDAD PARA LOS MAS PEQUEÑOS

La navidad está a la vuelta de la esquina, es el momento de estar en familia y de darles nuestro cariño incondicional a nuestros más peques.

Por eso desde Escolofi os dejamos unos cuentos cortos de navidad para los más pequeños y  así pasar un rato agradable, donde seguro que estarán felices de escucharnos.

La época navideña está muy próxima, por lo que resulta una oportunidad para hacerle entender a los pequeños el significado de esta festividad a través de diversos cuentos alusivos.

 El Arbolito de Navidad

Érase una vez, hace mucho tiempo, una isla en la que había un pueblecito. En ese pueblecito vivía una familia muy pobre. Cuando estaba próxima la Navidad, ellos no sabían cómo celebrarla sin dinero.

Entonces el padre de la familia empezó a preguntarse cómo podía ganar dinero para pasar la noche de Navidad compartiendo un pavo al horno con su familia, disfrutando de la velada junto al fuego.

Decidió que ganaría algo de dinero vendiendo árboles de Navidad. Así, al día siguiente se levantó muy temprano y se fue a la montaña a cortar algunos árboles.

Subió a la montaña, cortó cinco abetos y los cargó en su carroza para venderlos en el mercado. Cuando sólo quedaban dos días para Navidad, todavía nadie le había comprado ninguno de los árboles.

Finalmente, decidió que puesto que nadie le iba a comprar los abetos, se los regalaría a aquellas personas más pobres que su familia. La gente se mostró muy agradecida ante el regalo.

La noche de Navidad, cuando regresó a su casa, el hombre recibió una gran sorpresa. Encima de la mesa había un pavo y al lado un arbolito pequeño.

Su esposa le explicó que alguien muy bondadoso había dejado eso en su puerta. Aquella noche el hombre supo que ese regalo tenía que haber sido concedido por la buena obra que él había hecho regalando los abetos que cortó en la montaña”.

 El mejor regalo de Santa

“Este era un niño que vivía muy feliz y cada año recibía los mejores regalos de Santa. Sin embargo, tenía un amigo que nunca tenía una sonrisa en su cara, siempre andaba callado y pensativo. En una ocasión le preguntó qué juguetes le había traído Santa en Navidad, pensando que así se animaría, y cuando vio la tristeza en su rostro supo la respuesta.

¿Cómo podría ser?, se preguntó el niño que no entendía por qué Santa se había olvidado de su amigo. Así fue como al año siguiente se propuso esperar a Santa y preguntarle si no tenía suficientes regalos para todos los niños.

Puntual con las campanadas de las doce, el niño sintió los cascos de los renos patear sobre el tejado de su habitación. Se lanzó a correr y justo a tiempo para encontrar a Santa saliendo de entre cenizas y troncos.

El niño que estaba fuertemente decidido a confrontar a Santa le preguntó. Santa, ¿acaso no tienes suficientes regalos en tu saco para todos los niños? Mi amigo el año pasado no recibió nada, así que este año yo le cedo mis juguetes.

El viejecillo miró consternado al niño y le dijo. Querido eres un niño muy dulce y bueno, es por eso que cada Nochebuena esta es una de las primeras chimeneas que visito. Lo cierto es que mi saco es mágico, dentro de él guardo millones de juguetes para todos los niños del mundo. Pero a pesar de que visito a cada niño y niña, no siempre puedo dejarles juguetes.

En algunos hogares encuentro sufrimiento y tristeza, por lo que mis juguetes no son suficientes para cambiar eso.

Viendo que el niño seguía esperando el resto de la explicación, Santa continuó diciendo. A esos niños que no son felices les doy el mejor regalo que tengo para dar. En mi saco también cargo amor, oraciones y esperanza, por lo que rezo junto a sus camas para que reciban el próximo año la alegría del espíritu de la Navidad.

El niño comprendió entonces que Santa repartía diferentes tipos de regalos y decidió que él también podía ayudar a su amigo, por lo que exclamó. Pues yo también voy a ayudar a mi amigo compartiendo mi alegría y amistad con él. A lo que Santa le contestó con una sonrisa tierna y desapareció”.

Carta de la navidad de 2025

Dani estaba muy disgustado con Papá Noel. Era un niño muy bueno, pero le molestaba tremendamente ver que casi todos los años muchos otros niños, claramente más malos, recibían más juguetes por Navidad. Y fueron tantas sus quejas, que una noche el propio Papá Noel apareció con el trineo en su habitación, y le llevó con él al Polo Norte.

– Quiero enseñarte el mayor de los secretos -le dijo Papá Noel-. Si vienes te mostraré cómo decidimos cuántos juguetes recibe cada niño en Navidad.

Cuando llegaron, Santa Claus le mostró algunos raros artilugios, mientras le explicaba:

– Esto fue nuestro primer medidor de juguetes. Era una balanza, y los juguetes se regalaban por peso. Dejamos de usarlo cuando un niño recibió tantos globos que al explotar derrumbaron las paredes de su casa.

– Ese otro con forma de molde se llamaba «igualator». Servía para asegurarnos de que todos los niños recibieran los mismos juguetes, pero como luego no tenía gracia cambiarlos con otros niños, nadie los quería… Puff, casi me quedo sin trabajo, hubo un año que apenas recibí unas pocas cartas y tuvimos que cambiarlo a toda prisa…

Y así fue hablando de los inventos que habían utilizado; algunos realmente ridículos, otros un poco simplones, hasta que finalmente dijo:

– … Pero todo se arregló con este invento, y desde entonces cada año recibo millones de cartas más que el anterior. Se llama Felicímetro, y sirve para medir la felicidad de los niños. Cuando visitamos un niño, ponemos en el felicímetro todo lo que tiene, y automáticamente nos dice los mejores regalos para él.

– Pues debe estar estropeado, a mí siempre me tocan pocos regalos…- protestó el niño.

– ¡Qué va! funciona perfectamente. Los niños que como tú tienen muchos amigos, unos papás y hermanos que les quieren mucho, son generosos y no buscan la felicidad en las cosas tienen miles de puntos en el felicímetro, y regalarles muchos juguetes sólo podría bajárselos. Sin embargo, los niños que están más solos, o cuyos papás les hacen menos caso, o que no tienen hermanos ni amigos, tienen tan pocos puntos que da igual cuántos regalos añadamos al felicímetro: nunca pasan de la mitad… ése es el gran secreto del felicímetro: reciben más quienes de verdad menos tienen.

Como no parecía terminar de creerlo, aquella Navidad Dani acompañó a Santa Claus en su trineo llevando el felicímetro, comprobando él mismo cómo quienes más regalos recibían eran los menos felices de todos. Y no pudo evitar llorar cuando vieron un niño muy rico pero muy triste, que después de haber abierto cien regalos, pasó la noche solitario en su habitación…

Y sintió tanta pena por esos niños, que ya nunca más volvió a envidiar sus regalos y sus cosas, y se esforzó cada día por hacerles llegar a aquellos niños una pequeña parte de su gran felicidad.

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