Queridos maestros: ¡los niños con TDA-H os necesitan!

El Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad (TDA-H) es el trastorno más frecuente del neurodesarrollo.

El Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad (TDA-H) es el trastorno más frecuente del neurodesarrollo. Es muy probable que en cada aula haya un alumno con TDA-H, ya que 8 de cada 100 lo tienen, por ello el maestro debe conocer bien el problema y tratarlo de manera personalizada. Ante un caso de TDA-H, el profesor tiene una excelente oportunidad de aplicar todos sus conocimientos pedagógicos para apoyar al alumno con dificultades. Los objetivos son ayudarle a enfocar su atención, a concentrarse y a disminuir su ansiedad para rendir al máximo de sus posibilidades.

Los niños con TDA-H suelen tener intereses y conductas más “infantiles” que sus compañeros, se muestran menos maduros y así se aprecia en sus juegos, reacciones, emociones y motivaciones. Esta maduración más lenta hace que necesiten supervisión de sus tareas durante más tiempo que sus compañeros de la misma edad.

En el colegio causa dificultades académicas, e incluso fracaso escolar. En casa los problemas de comportamiento pueden alterar la convivencia familiar y complicar las relaciones con los amigos. Es pues necesario que la familia y los maestros se impliquen y se pongan de acuerdo para planear estrategias de mejora.

Con lo cual, tenemos un niño listo, que no es capaz de detectar qué estímulo es el más relevante, se olvida de lo que está haciendo, tarda el doble en acabar, no se organiza bien y nadie lo motiva. En estos casos, lo que se suele hacer es tirar la toalla, se tacha al niño de maleducado y nadie se preocupa por saber qué pasa por su cabeza. Estas son las decisiones que hacen que el niño acabe frustrado y creyéndose un inútil. Es la receta ideal para el fracaso escolar en el TDA-H.

Se debe facilitar al niño un lugar en el que las distracciones sean las mínimas y le resulte difícil desviar la atención del maestro. Alargar el tiempo para permitirle completar una tarea y facilitarle la organización de la información, de las prioridades. Y, finalmente, la motivación es muy importante para mejorar su autoestima: alabar sus logros para reforzar lo que hacen bien.